
Todos queremos sentirnos bien. Si hay algo que nos une universalmente a los seres humanos, es la búsqueda constante del bienestar. Buscamos la ausencia del malestar y del dolor, de las preocupaciones, de nuestras dolencias y lastres.
Cada vez que experimentamos un conflicto, ya sea leve o grave, tenga solución o no, se dispara rápidamente una alarma en nuestro interior. Sentimos la necesidad de hacer lo que sea para sentirnos bien y eliminar eso que nos está causando malestar en ese momento.
Ahora bien, ¿qué es lo que ocurre cuando se produce un desequilibrio? ¿Qué ocurre cuando notamos que hay un exceso de elementos negativos y un déficit de elementos positivos en nuestra vida? Entonces sentimos la necesidad de encontrar el equilibrio de nuevo. Y lo decimos como si el equilibrio fuera una cosa que te encuentras por la calle o te lo compras y ya lo tienes y ya está, ya te puedes olvidar. Ya tengo el equilibrio, ¡ya estoy salvado! Lamento decirte que esto no funciona así, conseguir, sentir y alcanzar equilibrio requiere que te pongas en marcha y que de una forma activa te muevas, siendo constante en ese trabajo.
Si trabajamos de forma continuada en nuestra propia regulación, no solo conseguiremos sentirnos más equilibrados, si no, que toleraremos mejor las desregulaciones provocadas por acontecimientos más desagradables o del mismo día a día.
¿Y cómo podemos regularnos? Es importante que busques aquellos elementos que te sirvan a ti para tu propia regulación, (cada uno tenemos unos diferentes) y cultivarlos con cierta regularidad; escuchar música que te inspire, hacer ejercicio, caminar, tomar un baño caliente, tomar un café recién hecho, es decir, aquellas cosas que te hagan sentir bien, hazlas. No es necesario que estés pasando por un mal momento para que hagas aquello que te sienta bien y te devuelve a tu eje, ya que si a menudo lo haces, te será mucho más fácil recurrir a ello cuando realmente pierdas tu centro y te hayas desregulado.
Sin embargo cuando realmente viene la complicación es cuando tenemos una crisis, y sentimos ansiedad, tristeza desbordante, angustia, frustración, desesperanza…. En estas ocasiones es sencillo que perdamos la paciencia y queramos a toda costa eliminar esas emociones tan negativas.
¿QUÉ NO DEBES HACER?
Pues no debes distraerte sin más, llenar tu tiempo de actividades o distractores a lo loco que lo que harán es tapar esa emoción y aunque a corto plazo sí que puede que funcionen, a largo plazo te hará sentir más ansiedad, más tristeza, más angustia…
¿QUÉ DEBES HACER?
Te voy a poner un ejemplo con el que seguro lo comprendes mejor. Imagínate que estás en casa y llega llorando un niño pequeño que conoces (tu hijo, tu sobrino, etc). ¿Qué haces?
Lo primero que haces es dejar de hacer lo que estás haciendo (te paras) y preguntarle ¿qué te pasa? Dejarás que el pequeño te cuente. Supongamos que está llorando porque se le ha roto su juguete preferido. Lo siguiente que seguro harás, es preguntarle cómo ha ocurrido, es decir, ¿cómo se ha roto? Y vas a escuchar amablemente lo que el niño te cuente, dando valor a lo que te diga, respetando su historia y respondiéndole como frases del tipo: “no me digas!, debes estar muy triste, normal, era tu juguete preferido, te has debido llevar un buen disgusto…”
Ese niño se va a sentir entendido, porque estás acompañando con palabras su historia y sus sentimientos, y cuando nos sentimos entendidos, nuestra intensidad del malestar baja automáticamente y probablemente en ese momento va a empezar a dejar de llorar y entonces le darás un abrazo, tratándole con cariño para terminar con una frase así como: “ buscaremos una solución para tu juguete, quizá podamos arreglarlo o quizá podremos comprar uno nuevo, pensaremos algo!, ¿te parece que ahora vayamos a la cocina a tomar tu zumo preferido y unos dulces?”
Con toda probabilidad ese niño se habrá sentido entendido y acompañado, porque nadie habrá tratado de distraerle sin dejar que se exprese, porque le han tratado con cariño sin insultarle ni menospreciar sus sentimientos y después de eso le han ofrecido algo rico de comer y le han proporcionado confort para que se recupere del disgusto en un entorno de calma.
¿Verdad que te ha tocado ser ese adulto que acompaña al niño? Pues eso mismo es lo que debes hacer tú contigo mismo cuando necesites reajustar tu desequilibrio emocional.
- Legitimar tus sentimientos.
- No tratar de distraerte a toda costa.
- Mantener un diálogo interno con el cual te expliques el por qué de tu emoción.
- Permitirte ese estado. Llorar, buscar estar apartado por un rato de todo y todos.
- Acompañar, una vez bajada la intensidad, con algo que te reconforte; esas cosas que hemos visto arriba que debes ir haciendo a menudo para recurrir a ellas; un café caliente, un baño, un chuche, canciones que te ayuden, meditar, relajación, etc.
Haciéndolo de esta forma es como podrás ir recuperando el equilibrio, sabiendo que no es posible pasar de un estado a otro de forma abrupta, sino que es necesario un periodo de transición para recuperar el equilibrio y volver a tu eje por completo.
Un abrazo!
Deja una respuesta